the construction of fear

Este municipio fue escenario de algunos de los capítulos más violentos de la mal llamada guerra contra el narcotráfico. En 10 años, la economía local colapsó, los productores de sorgo y camarón se volvieron «carreros», la población se redujo a la mitad. Los únicos negocios que prosperaron, además de las funerarias, fueron los de empresas trasnacionales dedicadas a la energía eólica y el fracking. No hay memoria ni reflexión que prevenga una nueva oleada de violencia.


CIUDAD MIER, TAMAULIPAS.- 2009, unos meses antes del horror. Aquel año, las imágenes que aparecen en el street view de Google Maps muestran casas habitadas: fachadas bien pintadas, pasto cuidado, comercios abiertos con clientela, autos estacionados y letreros limpios.

Hoy, en 2019, la cámara en manos del fotógrafo capta los mismos lugares. Pero ahora están cerrados, baleados, con yerbas crecidas y desoladas. De los dueños no se sabe mucho o no se habla nada.

En este lugar se cuentan por decenas las viviendas y locales comerciales vacíos en una misma calle. Existen crónicas periodísticas que narran los horrores vividos entre febrero y diciembre de 2010. Cuerpos mutilados y decapitados en la plaza principal forman parte del relato de los meses en los que el Cartel del Golfo aterrorizó a la población, ante la ausencia total de autoridades.

Desde entonces, bajo el control del crimen organizado no ha parado la extorsión, las ejecuciones, las desapariciones de migrantes, empresarios y comerciantes.


La agonía interminable de Ciudad Mier


Mier era considerado un “pueblo mágico”. Pero en 2010 quedó en medio de la guerra descarnada entre dos grupos criminales —Zetas y Golfo— que se peleaban el control de la franja fronteriza.

Los que lograron sobrevivir huyeron antes de que terminara ese año. Nueve años después, Mier es un pueblo en el que el silencio se impone. Y donde el Estado no existe.


En diciembre de 2010, luego de diez meses de guerra entre los Zetas y el Cartel del Golfo, más de 2 mil 500 familia abandonaron Ciudad Mier.

En los meses siguientes continuaron saliendo hasta que en el pueblo se quedó sólo el 10 por ciento de la gente.

Las 75 casas del Fraccionamiento Villas del Cántaro quedaron suspendidas en el tiempo.

El complejo fue fundado en marzo del 2003 “siendo presidente municipal el C. Abdón Canales Dïaz”, según dice la placa de la entrada, de casas GEO.

Nueve años después, sólo el viento, los animales y las yerbas crecen en este lugar, al que nadie ha vuelto, y que nadie quiere recordar.

La casa de las bugambilias está marcada con el número 156, pero la puerta esta recargada sobre una pared de la sala y rodeada de yerbas.

Las láminas del techo chillan y los vidrios en el suelo crujen con cada paso.

En los cuartos vacíos sólo quedan dos pequeñas estampas, como prueba de que alguien los habitó: una es de Jesucristo y otra de la Virgen de Guadalupe.