El horror de la belleza
Antes se intuían las respuestas a las condiciones de la apariencia, pero el fatalismo imperaba, y con -los conocimientos al alcance-se estaba al tanto de la inutilidad de la rebeldía en materia del aspecto personal. "Este físico me cayó encima, y que se puede hacer. Dios me otorgó esta fachada, esta flacura, (esta pincheObesidad), (esta languidez), (esta nariz de ave de presa), (esta mandíbula sin carácter), y lo acepto como una prueba más de obediencia".
Hasta hace poco, eran minoría los poseˆídos por el narcisismo activo, esa gana desesperada de que la realidad destruya el testimonio de los estanques y los espejos. Y no preocupaba, ni noticiosa, ni socialmente, la desdicha de los seres comunes y corrientes, aquellos que al entrar a un sitio no suscitan reacciones lascivas o apetitos caníbales. Y de pronto, sobreviene la furia transformista que Duilio Rodríguez localiza en su excelente serie: la ciencia y la magia intervienen, y son millones los convencidos de la posibilidad a la mano, la renuncia al semblante que Dios ha concedido graciosa o alevosamente, y se produce la fiebre de la cirugía plástica, y de las clínicas de belleza, y de los consejos, y se enmiendan narices y rostros, y el modelo de los anuncios publicitarios desplaza a las fechorías genéticas, y a esto se le a˜ñade, y con presteza, la moda intrépida de los gimnasios, rostro agraciado en cuerpo sano, cuerpo atlético que modifica a los inconvenientes faciales.
------ Carlos Monsivais ------