DARK-SKINNED, THE INFINITE RESISTANCE


Tens of thousands of people arrive in Mexico in hope of finding a better place to live. Most of them seek to arrive in in the United States but many others have remained in our country in order to start a better life than they had in their place of origin. 

Either temporarily of in a definitive manner, their presence in some Mexican cities is highly visible. The manner of talking, music, cuisine, business and the manner of dress are some examples of how these groups of migrants enrich our society. 

This portfolio shows those most vulnerable, those who because of their dark skin are harassed by the authorities and mistreated by society. 

They are a group of people easily identifiable in a racist country, people who are arbitrarily detained, people who are forced to live in tiny rooms and without real possibilities of finding work. 

It is difficult to understand a country which says it harbors people for human rights reasons while numerous government activities impede a person who wishes to live and grow in Mexico or cross its territory.

Tapachula, a border town in the south of the country, is now known as a “prison city.” That is because migrants can walk the streets but cannot leave the city without a document, which in the best of cases, the National Migration Institute will give them after several months. 

But most of the people manage to reach the North of the country do so after unimaginable hardship, braving extortionists and organized crime gangs. These histories of abuse repeat themselves in the border regions of the United States. 

In the cases of Joy, Betty, Elena, Djingo, Flerend and Julien, who arrived from Africa or Haïtí, who are students, professionals, artists and cooks, men and women who have incredible lives due to their their resistance and perseverance despite all adversity.  


De Piel Oscura, la infinita resistencia.


Decenas de miles de personas llegan a México con la esperanza de encontrar un mejor lugar para vivir. La mayoría de ellas busca llegar a Estados Unidos de Norteamérica pero hay muchas otras que se han quedado en nuestro país para empezar una vida mejor que la que tenían en su lugar de origen.

Ya sea de forma temporal o definitiva, su presencia es notoria en algunas ciudades mexicanas. La forma de hablar, la música, la cocina, los negocios, la forma de vestir son algunos ejemplos de cómo estos grupos de personas migrantes enriquecen a nuestra sociedad de formas diversas.

Este portafolio muestra al grupo de personas más vulnerables, las que por su color de piel oscura son asediadas por las autoridades y maltratadas por la sociedad.

Un grupo fácilmente identificable en un país racista, personas a las que se les detiene arbitrariamente, a las que se les orilla a vivir hacinadas en cuartos diminutos (cuarterías) y sin posibilidades reales de encontrar un trabajo.

Es difícil comprender un país que dice acoger a personas por razones humanitarias mientras existen numerosos intentos gubernamentales por impedir a cualquier persona que lo desee, vivir y crecer en México o transitar por su territorio.

A Tapachula, ciudad fronteriza al sur del país, ya se le conoce como “ciudad cárcel”. Y es que las personas migrantes pueden transitar en las calles pero no pueden salir de la urbe sin un documento, que en el mejor de los casos, el Instituto Nacional de Migración se los expide tras varios meses. 

Pero la mayoría de personas que logran llegar al norte del país lo hacen de formas inimaginables, a expensas de extorsionadores y bandas del crimen organizado. Las historias de abusos se repiten y se repiten en las zonas fronterizas con Estados Unidos.  

Es el caso de Joy, Betty, Elena, Djingo, Flerend, Julien, personas que llegaron de África o de Haití, que son estudiantes, profesionistas, artistas, cocineros, hombres y mujeres que tienen una vida increíble por su resistencia y perseverancia infinita a pesar de toda la adversidad.